Los infortunios del hombre que olía a mantequilla



En mi vida hubo una mujer que cada cierto tiempo se quedaba a dormir en mi casa.  Ella hacia la cena, yo el desayuno.

En una mañana, que  no tenía nada de especial, me dijo en tono de burla:

-“Sabes, hueles mantequilla.”

Con cara de duda respondí: ¿Es alguna especie de indirecta?   ¿Quieres que me bañe?

Supuse que era una indirecta para que me bañara, debido  a mi costumbre de bañarme primero y después preparar el desayuno.          Quizás quedaba impregnado por el olor de la comida.


-“No tontito, me refiero  a tu obsesión nada  saludable  de cocinar todo con mantequilla…  Ya asocio la mantequilla contigo”.
 Continúe con mi punto: ¿Quieres que me bañe más? ¿Que cambie de colonia?

 -“jajajaa  no tonto, no lo digo como reproche, me encanta asociarte con el olor a la mantequilla aunque realmente no huelas así.” 


Dijo ella con una sonrisa que no logre interpretar si era  burlona o picara.

Después  del desayuno, cada quien iba para su respectivo trabajo.   A ciencia cierta nunca supe en que trabajaba, yo nunca le pregunte.   Ella nunca me lo explico detalladamente.

Por respeto no diré su nombre aunque eso no significa que no fuera importante para mí,  cuando ella estuvo, la aprecie mucho y ahora que se marcho de mi vida, la sigo apreciando todavía más.

Durante la época que estuvo en mi vida fue  lo más cercano a lo que tuve a una amistad verdadera.  Era una de las pocas personas con las cuales podía hablar de todo.

Con ella tenía ese tipo de  conversaciones,  en las cuales, te sentías más afortunado mientras más se alargaban con cada palabra o tema.

Ella tenía un novio formal, obviamente,  ese novio no era yo.   Claro eso no evitaba que nos acostáramos un par de veces a la semana.   A veces más, a veces menos.

Al finalizar cada encuentro físico, ella y yo, hablamos o veíamos películas.  Una vez vimos la película alemana  ”Goethe Enamorado”.

Ella y yo, abrazados debajo de las cobijas empezó a comentarme sobre la película.

-“Que triste y esperanzador a  la vez.  No pudo estar con su amada pero escribió la mejor historia de amor por ella.      Hizo de su sufrimiento una obra de arte”.
Sabiendo la historia de Goethe, comente: Y de paso se convirtió la primera estrella literaria de la historia, desde Napoleón hasta el joven europeo común del siglo XVIII y XIX lo adoraban.

De todos los rincones de Europa viajaban al sacro imperio germano a visitar a Goethe  y hablar de su libro.

-“que pena pero como se llama  la obra de Goethe la que le dedico a Charlotte”.

Se llama “Las desventuras del señor Werther”.     Antes el titulo era traducido como los “infortunios del señor Werther”  pero  lo cambiaron a desventuras para no ser asociadas con “los infortunios de janice”  del Marqués de Sade

-“¿Los infortunios de janice?  ¿Es otra historia de amor?”.

Si  es una historia  de amor  muy romántica.   -Respondí ocultando mi risa-

-“A veces, en las madrugadas me despierto y veo que escribes en tu laptop.   ¿De qué temas escribes?  ¿Historias de amor como Goethe?  ¿Con finales tristes?...  ¿Has escrito sobre mi?”.

Escribo de todo un poco.

-“Pero dime,  ¿has escrito sobre mi?”.


Oportunamente me quede dormido y no tuve que responder nada ese día.

 Los días y las semanas pasaban como las páginas de un libro mientras se lee.  Mientras los días pasaban  a ella se le antojo llamarme “el chico del espacio”.

Cuando no era el “chico que olía a mantequilla”  era “el chico del espacio” por mis manías  de divagar despierto en mis pensamientos.   Al menos eso supuse yo.

-“¿Por que no me has enviado ningún mensaje mientras trabajaba?  Un mensajito tuyo me anima mientras estoy sometida a la esclavitud de la oficina.    Seguro andabas perdido en el espacio,  eres el chico del espacio”.


Me reclamo en la cena una vez. Me limite a responder: no quería interrumpirte, tan sencillo como eso, no quería perturbar tu ambiente de trabajo.

 Ese día hicimos el amor y empezamos a conversar.  Mientras estábamos abrazados en la cama, ella  comento:

“Sabes me gusta estar contigo.  A veces, en el trabajo siento mucha necesidad de verte y estar aquí, en tu casa…    Estar contigo.  Sin embargo nunca he tratado de imaginar cómo sería pasar todo el día contigo.   Estar cada momento del día a tu lado. ¿Porque será?”

La verdad no tengo idea.  -No supe dar una respuesta concreta-

“No es que me sienta incomoda, pero me da la impresión  de que cuando estoy contigo el aire desaparece como si estuviera en el espacio.  Imagino que alguna chica te lo habrá dicho antes…”

La verdad no, nadie ha dicho algo así.

-“Entonces te lo digo y repito.  Contigo el aire se siente liviano, más accesible,  como en el espacio.”
 
En el espacio solo hay vacio, no hay nada…
 
-“Es liviano, como en el espacio.”

Dijo ella con voz de afirmación.

Con  su última frase me silencio completamente, dejándome en duda,  no sé si ignoro mis palabras o sencillamente se negó a escucharlas.  Pero su voz me pone nervioso. Su hermosa voz femenina y delicada me pone nervioso.

-“Es como si tu y yo fuéramos de diferentes ecosistemas,  respiramos de formar diferentes y aires diferentes.   Tu y yo respiramos dos tipos diferentes de oxigeno.”
Siempre  lo he sentido, pero no sé cómo explicarlo.  Hace falta mucha más datos para saber,  para poder entenderme.

-“No me digas que piensas que no sé nada sobre ti.”

Hablando con honestidad, yo tampoco se nada sobre mí.  Es en serio, es complicado y más profundo de lo que parece, no lo digo con ganas de filosofar.   Sencillamente hace faltan hechos para poder analizarme mejor.

En ese momento se soltó de mis brazos y se sentó en la cama dándome la espalda

-“Estoy enamorada de ti.  Locamente enamorada de ti.”

Quiero decir algo pero nada viene a mi mente,  Ella me encanta pero no siento estar enamorado de ella.     ¿Qué puedo hacer?  No puedo engañarla a ella, ni engañarme.

Sé que con  mi silencio la lastime pero ella hace lo posible para que no me dé cuenta.

-“Deberías casarte con una chica del espacio y  tener muchos niños espaciales mientras surcan las estrellas.  Considero que es lo mejor para ti.”

No soy un tipo raro  aunque no soy  ninguna especie de prototipo de persona normal.  Pero no tengo nada de raro. Soy un ser humano común y corriente.

Y eso es tan obvio que no me importa lo que puedan pensar los demás de mi,  No es mi problema, en todo caso, es problema de ellos lo que puedan pensar de mi.

Soy como una estación de trenes  donde la gente llega y espera a que llegue su tren para ir  a su destino.  Lo que permanece  constante es que todas las personas que ”esperan” terminando yéndose  en algún momento a su destino.

Pueden ser  familiares, amigos…  Amantes.  Tengo muy presente su ausencia.  Sus palabras  e ideas. Inclusive las canciones que escuche con ellos, siempre las recuerdo.

Probablemente di una imagen de calidez y transitoriedad.  Quizás por  eso se me acercaron, quizás, por eso mismo se terminan yendo.  Pero al final todos se van, y quedo  solitario y taciturno.

Como un libro abierto, me enseñaron todas sus ideas y sentimientos.   Fueron muy buenos conmigo pero no había nada que pudiera dar a cambio.   Cuando pude devolver algo, dudo que fuera suficiente.

Un día después de regresar el trabajo,  encendí mi laptop y revise mi correo.    Había un email con un remitente que no conocía pero por  el “asunto” supe quien era.

-“Asunto: Hola chico del espacio.

Mensaje:

Discúlpame por haberme ido de repente o sin explicaciones.    Era lo mejor para los dos al final tu eres un chico el espacio y yo una chica terrícola.
Siento que es mi deber despedirme de ti…  Aunque se a  través de este email.   Te cuento voy a casarme con mi novio formal, el que siempre he tenido.    Es aburrido y simplón pero es un terrícola igual que yo.

Deberás buscarte una chica que flote en el espacio, que surque las estrellas,  una chica espacial como tú.

Te quiero mucho, no te olvides de mí que yo no me olvidare de ti.

Me despido, como atrevimiento, antes  te pido que cuando escribas sobre mí no me trates tan duro.    Usa palabras bonitas conmigo  y di cosas bonitas, no reveles mucho de mis intimidades.

Quiero que me dediques algunas cuantas páginas cuando escribas tus memorias.   Te tengo el título perfecto para tu libro: Los infortunios del chico que olía a mantequilla.

¿Qué tal?

Te amo.

Adiós.”
En un primer momento no me sentí deprimido ya que sabia que era cuestión de tiempo  de que cada quien se fuera por su lado.      Ambos los sabíamos,  no íbamos a durar aunque siempre tuvimos la pequeña esperanza de que se diera la oportunidad de estar juntos.

Un pequeño milagro para estar juntos,  que nunca se dio.   Al final ella se fue.

La soledad me lastimo, no lo puedo negar,  pero ya he conocido ese rostro.   La soledad es como un fantasma de invierno que te abraza con sus helados brazos.


Sé que superare el recuerdo de ella plasmándolo en letras en esos documentos que apilo en  el disco duro de mi computadora.   Ya lo he hecho antes.

“Los infortunios del hombre que olía  a mantequilla”,  no es tan mal titulo.

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