Un amor perfecto, Una historia Triste

Al  entrar en la sala de mi casa encontré  a mi hermano mayor en su actividad favorita: jugando con la consola de videojuegos.

Lo salude, él me saludo.

Sé que mi hermano  se dio cuenta que yo estaba mal con tan solo verme la cara, por ello, puso en pausa el videojuego.    Con un gesto de sus manos me indico que me sentara al lado de él y que tomara el otro control de la consola.

Mi hermano guardo la partida que estaba jugando  y puso el juego para dos.   Yo sí muchas palabras de por medio y después de depositar el morral que tenía en el piso,  agarre el control y empecé a jugar.



Mi hermano me pregunta:

¿Por qué tiene la cara así? ¿Qué te paso?

Aquí mi narro mi  historia:

Después del trabajo fui  al centro comercial cercano donde se encuentra esa cafetería tan bohemia donde pedí un café.   No sé  la razón pero pedí un café “italiano”.   Se llamaba “Panna”, el café que  había ordenado junto con una barra de chocolate y nuez.

Al terminar  el café y el chocolate, me levante y me dispuse a salir del centro comercial.  Pero sucedió algo.

A unos  diez metros de distancia pude observar  a la chica.   Ya sabes, esa  chica que es perfecta para mí.    Ella iba hacia el ala este del centro comercial mientras yo caminaba al ala oeste.  Esa chica que emocionalmente me enamoraría y que sexualmente me enloquecería.

Fue algo confuso porque  en realidad no era tan guapa ni llamativa.  Si llamaba la atención era por sus cabellos dorados, largos  y perfectamente cuidados.    Estaba vestida de casual, un short azul  claro no demasiado revelador, una especie blusa rosada.  Tenía un bolso marrón que colgaba de su hombro izquierdo.

Pero a pesar a que estaba a 10 metros de mí, me paralice.  Quede sin aliento y dentro de mi pecho sentí algo que no sé como describirlo,  no encuentro las palabras.   Pero dentro de mí sentía perfectamente  que esa chica que caminaba como princesa consentida era la  perfecta para mí.

La que en el aspecto sentimental me iba enamorar  y en el aspecto físico desataría pasiones indescriptibles en mi ser.

Mi hermano interrumpe:

Aja, pero la chica: ¿Tenía buenas piernas? ¿Si tenía buenos pechos? ¿Iba escotada?  ¿Qué te llamo la atención de ella?

Continúo narrando:




Parafraseando a mi querida cuñada, es decir tu esposa,  cuando se describe así misma podría decir que la chica perfecta para mi  físicamente  se puede describir como: “planilandia” tanto por adelante como por atrás.

Pero eso no importo porque no fue algo físico sino metafísico.   Lo que sentí en ese momento, ella es la chica perfecta y no lo puedo describir racionalmente.

Sencillamente era perfecta para mí.  La chica perfecta para mí.

Todos tenemos nuestros prototipos de mujer.   Hermano a ti enloquecen las chicas con traseros grandes.  A mí las chicas con piernas lindas, no necesariamente, piernas perfectas sino solo lindas.

Se me olvida, que tengan la cara bonita.

Ese sería el prototipo de mujer  para mi cara bonita y piernas bonitas.  Todo lo demás seria un plus que no se despreciaría.

La realidad es que muchas veces  el prototipo físico del ser amado no corresponde   al amor perfecto.  Al ser perfecto que te ame y que puedas amar.

Y así era la chica perfecta para mí.  No correspondía al  100% prototipo de mujer perfecta para mí pero aun así era perfecta para mí.  Bueno la verdad ella si tenía un rostro muy bonito, delicado.

Como el de una niña princesa que siempre se cuidaba.

Mi hermano pone en pausa en juego  con cara de que culmine mi historia y me dice:

Bueno, como sea –me dice ya aburrido- ¿Qué hiciste? ¿Le hablaste? ¿La seguiste?

Respondo

Ella caminaba hacia la parte este del centro comercial y  yo me dirigía a la parte oeste.  Ojala le hubiera hablado.

Inocente me hubiera gustado  hablar con ella aunque sea veinte minutos para saber su nombre, cosas de ellas, que le gustaba o que no.  Recíprocamente decirle quien era yo, darle mi nombre, contarle cosas de mí.

Con cada paso que dábamos la distancia entre nosotros se reducía,  el tiempo  pasaba de forma extremadamente lenta.   Casi,  cada paso parecía eterno pero eso no me disgustaba sino me encantaba porque podía verla mejor y con más detenimiento.

Me sentía como la escena de la película de "Big Fish"  cuando el protagonista encontró el amor de su vida.

Pensándolo con detenimiento.   Ella si tenía unas piernas preciosas,  tenía una cara bonita y una piel perfecta. Al observarla pude  ver que su piel era de un rosado claro.    Obvio es blanca pero ese tono rosado sencillamente era encantador.   Podía notar sus vellos dorados a la par con su cabello perfectamente cuidado y planchado.

Mientras más me acercaba a ella podía imaginar un sinfín de situaciones.

Podía imaginar cómo me aproximaba a ella  y le decía que ella era la chica perfecta para mí y que yo era el chico perfecto para ella.   Decirle, por favor  tomara  una taza de café conmigo para conocernos.    Y contra todo pronóstico ella aceptara.

Podía imaginar cómo nuestra conversación era amena y perfecta.  Cada palabra que ella decía iba en perfecta consonancia con lo que yo decía.  Deseaba que esa conversación fuera para siempre. Deseaba poder decirle que al verla a sus ojos  yo podía encontrar las piezas faltantes. 

Esas piezas faltantes que hay en mi vida.

Podía imaginar que la invita a ver películas de Woody Allen en mi casa, tomar un par de cocteles caseros.  ¿Y por qué no?  Terminar en la cama.    No imaginaba nada de sexo explicito, más bien me imaginaba algo implícito.

Lo que si imagine con lujo de detalles fue besarla.  Imaginaba dar vuelta en la cama con ella.   Besar todo su cuello y saborear sus labios.  Sentir las caricias de sus manos en  mi espalda.  Con delicadeza mover los cabellos que cubren su cara.   Solo imaginaba verla a sus ojos y saber que ambos estábamos enamorados el uno del otro.

Podía imaginar hacer cosas de novios con ella: salir a caminar, ir al cine, salir a comer, que me presentara los padres y que su padre me viera con cara de pocos amigos.

Podía imaginarme estar con ella como marido y mujer,  tener un par de niños.  Un niño y una niña, llevándolos al colegio, alimentándolos, bañándolos.

La posibilidad toca en la puerta de mi corazón, tengo que hablar con ella.  Tengo que conocerla

Ahora la distancia entre nosotros es de apenas  seis metros.

¿Cómo acercármele? ¿Qué debería decirle?

-Buenos días señorita, ¿podría compartir conmigo media hora para conversar?

Ridículo. Sonaría un testigo de Jehová predicando la palabra.

Quizá la verdad sea el camino a tomar: Buenos tardes, tú eres la chica perfecta para mí.   Emocionalmente me enamoras y sexualmente me enloqueces.  Desde que te vi hace varios minutos antes pude sentir que tú eres la chica perfecta para mí y que yo soy el chico perfecto para ti.

Tomemos un café, después veamos películas de Woody Allen para dejar que la historia siga su curso.

Pero la verdad suena ridículo.

Imagino dos reacciones posibles de ella:
-          Saca un spray de pimienta  y lo acciona en mi cara para salir corriendo.
-          Ella lo toma de forma jocosa y me dice: gracias chico eres muy amable pero perdóname, quizás yo sea la chica perfecta para tí pero tú no eres el chico perfecto para mí. Sería cruel de mi parte darte falsas ilusiones.

Luego ocurrió el desastre.

Cuando solo había una diferencia de tres metros entre la chica perfecta y yo.   Ella se detuvo y  miro para adelante.  Miro hacia la dirección de la cual yo venía caminando.

Vi como nació en ella la más hermosa sonrisa que una chica puede tener.   Vi como sus ojos se iluminaron de tal forma que yo pude sentir la felicidad tan pura que había dentro de ella.

Su sonrisa ilumino todo alrededor.

Vi como ella alzo sus brazos esperando  que su ser amado la abrazara.

Por un momento pensé que era conmigo.  Por un momento pensé que ella de alguna forma metafísica había sentido todo lo que yo sentí y esperaba que la abrazara.   Por un momento soñé que sus brazos abiertos esperando un abrazo eran para mí.

La realidad fue cruel.

Un chico paso por mi lado.  Iba a paso acelerado.   Levanto sus brazos y abrazó a la chica perfecta para mí.     Después ellos dos se besaron.  Se dieron el beso de enamorados más dulce y perfecto que pueda haber.    Un beso digno de una película romántica.

Luego de que separaron sus labios,  se vieron uno al otro con una  mirada que delataba que entre ellos no existían nada más que amor puro y verdadero.

 Ya para este punto,  ya los había pasado de largo.  Con una ilusión rota.

Camine al final del ala oeste donde está la parada de la línea de taxi.  Tome un taxi y vine para la casa.

Mientras mi hermano ejecuto un perfecto combo   con sus dedos con el cual fulmino mi personaje en el videojuego me pregunto lo siguiente:

Si la chica no le hubiera llegado el novio, y mejor todavía, no tuviera novio.    ¿Qué le hubieras dicho para obtener su atención?

Interesante pregunta, y respondo:

Luego de todo esto, ya sé perfectamente y exactamente lo que le hubiera dicho.  Creo que mi mayor pecado es saber que decir cuando ya ha pasado el momento.  Mis mejores palabras nacen cuando ya no son necesarias.

Una princesa como ella seguro le encantarían las películas de Disney.      La hubiera  mirado directo a los ojos y decirle: “Chica eres perfecta para mí y tengo una historia que contarte”.

Como es una historia  para una damita.  Una damita princesa.    Sería una triste historia que empezara con el típico “Erase una vez”.

      

La historia iría así:

Erase una vez un muchacho y una muchacha.  Ninguno mayor de  dieciséis.  

Ninguno de los dos era excepcionalmente guapos.  Eran chicos normales de su edad.   Claro ella una chica risueña, rubia y blanquita.  El un chico moreno de cabellos negro  y ojos naranja.

Ambos se conocieron en unos de esos campamentos de verano  que se ven en las películas para niños norteamericanas que pasan los sábados en la mañana en televisión.

Cada vez que podían conversaban y hablaban de todo.  De sus sueños, de sus familias, de sus colegios, de los libros que habían leído, las películas que habían visto, etc.   Cada conversación era amena y romántica a pesar de ser tan simples.

Conversando se dieron cuenta que cada uno era la pareja perfecta para cada uno. El era chico perfecto para ella.    Y ella era la chica perfecta para él.

         Que maravilloso es encontrar y ser encontrado.

Ambos le gustaban leer  por ello cada uno eligió un apodo literario para el otro.

La chica perfecta escogió el apodo de “Kafka Tamura” para el chico perfecto.

El chico perfecto escogió el apodo de  “Carolina Grey” para la chica perfecta.

Un acto de nivel cósmico.  Un milagro  divino.

Pero como simples mortales que eran nació la duda.   Realmente fue muy fácil encontrar el amor verdadero.    ¿Realmente puede ser tan fácil?
Algo verdadero y perdurable no se supone que fuera fácil.

El chico y la chica después de conversar mucho decidieron  poner a prueba la “perfección” de su amor.

Después del campamento no se esforzarían en contactarse, ni siquiera por facebook.  Si eran el uno para el otro el destino, el azar o la providencia los reuniría.

Y cuando se encontraran de nuevo serian lo más apasionados amantes.   Se harían novios, saldrían a comer, viajarían juntos, verían películas juntos,  harían el amor muchas veces de la formas más apasionamente posible.  Eventualmente se casarían, construirían su hogar juntos, tendrían  hijos y finalmente envejecerían juntos.

Ella se fue con sus padres y el chico se fue con los suyos después del campamento.

Los años pasaron.  Cada quien hizo carrera universitaria.  Tuvieron sus parejas. 

Cada quién labro su destino sin  olvidarse  de la promesa de nunca buscarse.  Sin olvidarse que en alguna parte del mundo existía la pareja perfecta para el otro.

El miedo expresado como la duda hizo que ese par de muchachos. Kafka Tamura y Carolina Grey.   El reto que le pusieron al destino y a ellos mismos era totalmente innecesario, absolutamente inocuo.

La falta de fe hizo que dudara del milagro de conocerse.  La inmadurez de dos jovenzuelos se convirtió en una venda que evito que vieran que solo necesitaban aceptar tal como vino este milagro del destino.

Y el destino los trato cruelmente.    Se dice que el destino te da lo que más deseas en la forma que el destino quiere, sino lo aceptas,  más adelante, el destino te enseñara lo que te perdiste.

Ambos chicos  se encontraron de nuevo pero esta vez rozando los treinta.  Se encontraron por obras del vengativo destino en un aeropuerto.

El destino los reunió cuando Kafka Tamura tenía una novia y la Carolina Grey tenía un novio.

Ambos chicos –que ya no eran chicos- se encontraron en la cafetería del aeropuerto justamente cuando al unisonó se prestaban a tomar sus últimos vasos de café en su  país natal.

El Kakfa Tamura iba agarrado de la mano de su novia y Carolina Grey iba agarrado de su novio.

Ambos chicos se vieron fijamente.  Se saludaron pero no sabían que decirse.  Al unisonó   cada quien presento su pareja al otro.

Ambos les dijeron a sus respectivas parejas que eran amigos de la adolescencia, que tenían más de una década sin verse.

El novio de Carolina Grey  dijo: "que coincidencia del destino, ¿Vienen llegando o van de salida?"

Kafka Tamura aun en shock dijo:  " vamos de salida y ¿Ustedes?"

-También vamos de salida, compartamos una mesa y hablemos mientras esperamos nuestros vuelos. Respondió  el novio de Carolina grey.

Ambas parejas se sentaron y pidieron una ronda de café para despedirse de su patria.

Tanto como Kafka Tamura como Carolina grey tenían el corazón arrugado. Su ser interno completamente desquebrajado.  El destino los golpeo  tan duro  que no podían reaccionar ante la situación.

Ambas parejas hablaron de sus planes.

Kafka Tamura y su novia emigrarían a Alemania.

Carolina Grey y su novio emigrarían a Canadá.

Mientras ambas parejas hablaban  de sus planes y  de adonde irían.  Tanto Kafka como Carolina se miraban  fijamente.

Recordando cómo fue su verano perfecto,  Su amor perfecto de adolescencia.  Se miraban preguntándose  si  esta era la prueba del destino.  Quizás, ¿Será su oportunidad de estar juntos? ¿Sera el momento de dejarlo todo y amarse como se había prometido?

Ambas parejas terminaron sus respectivos vasos de café y dulces, los últimos que se tomarían en su tierra natal.

Ambas parejas fueron a la sala de espera al aeropuerto a conversar los cuatro. 

Carolina Grey empezó hablar amenamente con la novia de Kafka Tamura.  Y Kafka  y el novio de Carolina hablaban con una confianza de años.

Pero aun así ni Kafka ni Carolina no apartaban la vista del otro.

De repente por las cornetas del aeropuerto se escucharon los llamados para abordar los vuelos para Canadá y Alemania respectivamente.

Ambas parejas  se levantan y se despiden como si hubieran sido amigos de toda la vida. Se desean la mejor de las suertes.  Empiezan a moverse para abordar sus respectivos vuelos.

Con cierta certeza de que no  se verían nunca más, Carolina y Kafka se vieron con miradas amor triste por última vez.  Se vieron detenidamente a los ojos  por cinco segundos que parecieron una eternidad.

Se despidieron:

“Adiós, Kafka Tamura”.
“Adiós, Carolina Grey”

Cada "adiós" sonó con profunda tristeza, cada quien  tomo su respectivo vuelo sabiendo que no se verían nunca más.

Y ahí le diría a la chica perfecta: Una historia triste, ¿no crees?  Toma un café conmigo y conversemos  para que eso no nos suceda.

Sí, eso es, eso es lo que tendría que haberle dicho.

Mi hermano apago la consola y con cara solemne me dijo:

Primero, en la noche escribe todo eso que me contaste.
Segundo, deja de ser maricón.
Tercero,  cámbiate para ir a jugar basket.

Después de reírme fui al cuarto a buscar mi ropa deportiva y mientras me cambiaba solo podía pensar que: “La chica perfecta para mi anda por ahí  en los brazos de su chico perfecto.   Y ese chico perfecto resultar ser que no soy yo”

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